Las relaciones saludables con otras personas nos dan salud y bienestar. Las relaciones tóxicas, por otro lado, nos hacen vivir infelices, frustradas, inseguras o ansiosas.

Algunos ingredientes para unas relaciones saludables
– Espacio personal. Todas necesitamos tener un espacio para nosotras, para cuidarnos y desarrollar nuestros intereses. Es importante tomarnos nuestro tiempo para decidir lo que más nos conviene: la aprobación de los demás no debería ser la medida de nuestras decisiones. Igualmente, cada una de nosotras necesita libertad para salir y mantener relaciones con las diferentes personas de nuestro entorno que forman nuestra red relacional (familia, pareja, amigas/os, trabajo…), evitando el aislamiento social.
– Apertura y diálogo. Una buena comunicación incluye aprender a escuchar, saber compartir experiencias y opiniones, y mostrar interés por la otra persona. Nos comunicamos mejor cuando también nosotras somos escuchadas y comprendidas.
Para no acumular resentimientos que puedan explotar cuando se completa el cupo, es mejor ir compartiendo los desacuerdos regularmente y conforme van surgiendo. Ya sabemos que una relación sin sus conflictos no existe, pero aprender a ir encarándolos con claridad, apertura y diálogo es un buen camino a recorrer.
– Sin culpabilidad. Las mujeres tendemos a sentirnos culpables por todo: por estar cansadas, por trabajar, por pedir colaboración, por enfadarnos, por no estar siempre sonrientes, pacientes y complacientes… Ese sentimiento de culpa deja de ser un componente habitual en nuestras relaciones cuando nos permitimos escuchar y expresar nuestras propias necesidades personales y afectivas.
-Principio de realidad. Lo único que podemos cambiar es lo que está en nuestra mano; solemos pensar que «el amor lo puede todo», o que en algún momento encontraremos el príncipe que nos «salve». En ocasiones nos encontramos que los enfados no surgen por la conducta de la otra persona, sino por nuestra idealización y nuestras exigencias y expectativas de cómo debería haber actuado. La comunicación fluida de los sentimientos que van surgiendo vuelve a ser la respuesta.
– Sentimientos positivos. Estos sentimientos serán la consecuencia de sabernos queridas, seguras, valoradas y de sentirnos relajadas siendo nosotras mismas y sin miedo a expresarnos, sin ansiedades y sin sentirnos presionadas.
– Flexibilidad. Las relaciones evolucionan a la vez que lo hacen las personas que la integran. No tiene sentido el: “Ya no es como antes…”; todas cambiamos y no podemos pretender que alguien se comporte o reaccione siempre del modo que preferimos. Si dos personas no evolucionamos en la misma dirección, será porque estamos más felices cada una en lugares diferentes. Lo ideal es no vivirlo como un drama; las personas nos unimos para acompañarnos mutuamente mientras ello nos reporte más satisfacciones que frustraciones, sea por un mes, un año o toda la vida.
– Recibir y dar cariño. Todas lo necesitamos, especialmente de las personas a las que queremos y con las que compartimos nuestra vida. Sentirse apreciada por los que nos rodean y mostrar a los demás que nos importan es esencial en las relaciones.
– No es no. Nuestras parejas deben respetar nuestra opinión, nuestras aficiones, nuestras relaciones sociales y también nuestras negativas a sus demandas. Por supuesto, respetarán nuestra integridad física y psicológica.
Las relaciones saludables con otras personas nos aportan bienestar y equilibrio. A lo largo de nuestro vida quizá hemos normalizado el hecho de «sufrir por amor», hasta el límite de poner en peligro nuestra propia vida. Parece que hemos sido educadas en el “sin dolor no hay entrega verdadera”, pero creemos que hay otras formas de vivir en relación, sobre todo en base a relaciones que sumen a nuestra vida y que generen más placeres y más libertad, que sinsabores y amarguras.
Si tenemos dudas sobre si estamos viviendo una relación nociva o una situación de maltrato, podemos encontrar orientación y recursos en la Guía sobre violencia de género del Ayuntamiento de Zaragoza.
Y recordemos cuidarnos también desde lo colectivo, la solidaridad y el apoyo mutuo, y el cuidarnos las unas de las otras. Al preocuparnos por el bienestar de nuestras amigas, hermanas, compañeras, vecinas… contamos con apoyo y comprensión, podemos escucharnos y buscar soluciones juntas, podemos ofrecer ayuda o un simple abrazo cuando lo necesitemos.
“Extendiendo nuestros afectos a la comunidad de la que formamos parte, nos sentiríamos menos solas y necesitadas, por eso nuestras relaciones podrán ser más sanas y libres.”
Si queréis profundizar en esta visión del amor, os recomendamos leer a Coral Herrera, una experta en «desmontar el amor romántico» que nos invita a evitarnos las luchas de poder, el sufrimiento y la soledad en nuestras relaciones.
Bibliografía:
Landaburu, E. ¡Cuídate, compa! Manual para la autogestión de la salud. Txalaparta, 2011.
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